«No te mueras por mí: Circus Grey y Vida Mujer (Breve análisis semiótico)

NO TE MUERAS POR MÍ - semiotica

No siempre una tonalidad fuerte, una intensidad que marca el caos, propiamente, es opuesto al silencio, al quietismo y a lo imperturbable. En muchos casos, este resulta ser la representación de toda una tensión enérgica de la sensibilidad. Esto lo saben bien los cineastas, muchas de las escenas intensas de las películas restan presencia sonora para comprometer al espectador con una tensión sorda, “nadie dice nada”, ese mutismo inquietante. Miremos un poco a la inmanencia  del siguiente caso de Circus Grey para Vida Mujer, institución dedicada desde hace 15 años en el Bienestar integral de la Salud Psicológica de la Mujer. El interés de este breve artículo es semiótico y el caso completo lo comenta Mercado Negro.

Atendamos a los simbolismos y producciones de significación inmanentes en esta publicidad bajo la ayuda oculta de la semiótica. Podemos señalar rápidamente 2 puntos interesantes:

  • Blanco : Apariencia :: Negro : Hecho : Si notamos, la relación entre el Blanco y el negro es disjuntiva, es decir, son opuestos y diferentes. Por un lado, reconocemos que el blanco representa la historia de un hombre que habla en súplica, pidiendo y rogando por una posibilidad de perdón, hablando en un pretérito sobre un pasado que no volverá a repetirse. Es interesante como devienen aquí conceptos como /vida/ y /amor/ vinculados a la /apariencia/, es un amor aparente, un amor y una vida en simulacro, una simulación. En suma, es una vida y un amor falsos, un discurso aparente, un no ser-parecer (parecer ser amor pero no lo es), por lo que el blanco representa bien esta apariencia, como una textura tenue y débil que pretende tapar un fondo negro. Pero también representa, el blanco, la supresión de un tiempo presente y pasado y un desarrollo a futuro, “olvídate de lo que hice y pensemos en el futuro”. El blanco suprime, suspende el tiempo. Por otro lado, el negro, que deja de ser una apariencia para ser un factum, un hecho, una realidad concreta, realidad signada cromáticamente en la oscuridad. El negro no solo es muerte en tanto hecho concreto sino también supresión de la apariencia, supresión de tiempo y espacio “¿qué es la muerte (y el perdón de estas mujeres) sino una triste suspensión temporal y espacial?” parece decir el discurso. Pero lo más interesante no es solo la diferencia del blanco y el negro sino su aproximación, porque para que ambos colores sean captados a la vez es necesario que posean algo en común, y de aquí que blanco y negro sean conjuntivos, es decir, semejantes: la supresión y la suspensión de lo vivido y de la vida. Volteamos el libro; letras negras sobre un fondo blanco, y viceversa. Cuando habla el hombre el fondo es blanco y el corazón negro (como presagiando la implicación de un posible perdón) y cuando leemos la parte de la mujer el corazón es blanco («este es el resultado de perdonar», el negro implica al blanco) Es importante notar que el libro habla de una dependencia importante que asemeja estas dos historias, dependencia que le da sentido a la narrativa y figuración de la campaña. Dependencia del hombre y la mujer, dependencia de un antes y un después, de un pasado y un futuro, de un amor y un desamor, de una vida y una muerte, de una apariencia y una realidad ¿Acaso no son semejantes estos hechos y por tanto implicativos si es que la mujer perdona y olvida? ¿Acaso no están encadenados? El negro y el blanco y su uso demarca la pertinencia en la representación porque no son colores sino la supresión de estos, son no-colores, es un tiempo y un espacio vaciados de realidad, de color.

Vida Mujer - semiotica

  • Voltear la página: Pero si bien blanco y negro -y todo lo que ellos significan- constituyen la figuratividad de la campaña, es en realidad el acto del consumidor de “voltear el libro” el que hace posible el efecto de sentido del perdón. Hemos escuchado la locución popular “voltear la página” y sabemos que su significación tiende hacia el olvido, olvidar el pasado, suspender (nuevamente la suspensión el discurso) y suprimir lo negativo editando los hechos para que sobreviva un enunciado positivo, un «amor» por sobre todo. Si bien el olvido es una de las principales fórmulas para la creación y para mantener la historia al servicio de la vida (olvidar en muchos casos supone crear, recomenzar, no detenerse en el pasado) en este caso el olvido tiende a la captura de la vida y no a su liberación. Uno solo lleva lo importante de la historia al presente y deja solo lo que no sirve para la vida en el pasado, el exceso de historia. Pero en este caso, es un olvido extremo y total. La mujer perdona y olvida lo más importante “pasa la página” así como el lector voltea el libro para enterarse de una muerte de hecho, del macabro fin. El perdón de la mujer es semióticamente homologable al acto del lector de “voltear la página” una triste y significativa (y por supuesto creativa) metáfora de la que somos nosotros los únicos testigos. Por eso es importante el hecho de «voltear» «dar vuelta» «olvidar», por eso la pertinencia de que este sea un libro (digital-impreso).
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Análisis sémico aplicado a los discursos publicitarios:

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[I] Los semas y el concepto publicitario:

El enfoque semiótico, diría Jean Marie-Floch, permite ver “más claro” a través de la “nebulosa del sentido” de lo que son los conceptos publicitarios. Generalmente expresados en palabras (lexemas), los conceptos publicitarios son la pequeña parte de un iceberg de la identidad de marca que contiene significación y sentido. La semiótica por tanto estudiará (i) la virtualidad del concepto publicitario: Es decir las posibilidades conceptuales que este presenta y (ii) La jerarquización de su contenido. Ahora bien, para permitirnos ingresar en las relaciones del concepto publicitario manifestado en el briefing, es que la semiótica nos propone en el nivel fundamental presentados categorías que resultan ser los rasgos semánticos mínimos que denominaremos semas. Los semas son magnitudes diferenciales y relacionales homologables a los femas del plano de la expresión, se definen habitualmente como las unidades mínimas de significación y sentido. Por ejemplo, del lexema [padre] podemos rescatar los semas /masculinidad/, /adultez/, /procreación/ y se diferencia a su vez de otro objeto semiótico (lexema) como “padre de la iglesia” con los siguientes semas: /masculinidad/, /adultez/ y /celibato/. Vemos que los semas (clasema en este caso) generan distinción entre un lexema y otro. De este modo, un concepto publicitario expresado en una palabra es un lexema, por ejemplo el lexema [felicidad] utilizado por Coca Cola. En el Perú, por ejemplo, el lexema [felicidad] tiene una diferente composición categorial, es decir, diferentes unidades discretas (semas), respecto a otros países como por ejemplo República Dominicana. Veamos:

analisis semico

la felicidad es mi progreso semiotica

La felicidad es moverse semiotica

El concepto publicitario de Coca-Cola no es [Felicidad] Sino la redundancia de semas que en semiótica se conoce como isotopía, pero podríamos compararlo con el concepto publicitario de Concept equity. En el caso de Coca-Cola (Perú), /superación/ y /peruanidad/ son los dos semas más importantes, podríamos redactar el siguiente concepto:

«COCA COLA ES SUPERACIÓN PERUANA»

El concepto se produce por la reiteración de Peruanidad (que engloba /Colectivo/, /cotidianidad/ /comunidad/) y superación (/aspiración/ /temporalidad/ /desarrollo/).  Por tanto el sentido de este concepto tiene sentido por la oposición entre /Peruanidad+/superación/ (La felicidad es mi progreso) y /individualidad/+/egoísmo/ (Tu envidia es mi progreso). Pero sobre las oposiciones en el concepto publicitario ver siguiente el articulo

[Brainstorming y la unidad conceptual]

El brainstorming es una herramienta interesante que podríamos vincular con este «análisis sémico». Se propone una imagen, o una palabra y se pide a un grupo de personas ahondar en ideas relativas (significados mínimos) a ese lexema (palabra, imagen).  No solo esta característica inteligible de la publicidad es comparable entre el brainstorming y el análisis sémico sino también el carácter jerárquico que ambas tienen, evocando de este modo al viejo «árbol» semántico:

árbol semánticoEste modelo jerárquico del concepto publicitario prima en las estrategias canónicas de la disciplina, en muchos casos respondiendo a las exigencias sociales (tradicionales) del discurso pero, en otros casos, insistiendo en una estructura caduca en un contexto que ya no lo permite, como es el contexto digital-contemporáneo. Llamamos unidad de campaña a esta coherencia interna, de contenido, de la campaña que se manifiesta sin importar la forma de su expresión, idea muy a la par del pensamiento de David Ogilvy a la que Floch llamaba «publicidad referencial». De hecho, Barthes ya denunciaba este carácter unitario del concepto en su ensayo «Retórica de la imagen» escogiendo a la publicidad como texto de análisis por tener intenciones obvias y directas.  El árbol es una característica estructural de la creación conceptual «tradicional» de la publicidad (que en este blog la llamamos Fase 2). La pregunta sería ¿Qué tanto esta estrategia es coherente con la multiplicidad de pensamiento que socialmente se encuentra destruyendo las antiguas estructuras semánticas? ¿Debemos pasar pues a una pragmática digital de relaciones conceptuales antes de la evaluación semántica e inteligible de la publicidad?

[Tipos de semas: hacia lo pragmatico-tensivo]

Sin embargo, pese a la inteligibilidad y a la capacidad de diferenciación, los semas son también considerados como universales perceptivos, constituidos en pares contrastivos elementales. Es decir, llegan a ser magnitudes discretas separadas muchas veces de las variables del espacio, tiempo e incluso la intensidad (fuerza) discursiva. Pese a esto nos acercaremos a los semas tratándolos como categorías semánticas que permiten construir significado y en última instancia las asociaremos a una dimensión sensible del discurso. Existen entonces tres clases de semas (i) Figurativos, (ii) Abstractos (iii) Tímicos. Definiremos propiamente cada uno y su presencia en el discurso publicitario:

  1. Semas Figurativos: semas exteroceptivos, corresponden al nivel de la expresión de la semiótica del mundo natural, es decir, a las articulaciones sensoriales, a las cualidades sensibles del mundo, la percepción del mundo que rodea al consumidor. Son llamados cosmológicos. “(…) un mundo humano y natural” que rodea al locutor, y que sirve de cuadro muy general en el interior del cual se realizan los eventos-mensajes, [mundo] relativamente estable. Pueden definirse tradicionalmente como: /extremidad/, /superioridad/, /verticalidad/, /anterioridad/, /horizontalidad/ /continuidad/, /discontinuidad/, /extremidad/, /anterioridad/, /esfericidad/, /solidez/, /continente/. En publicidad, el concepto creativo que va dirigido a un discurso fase 1 (publicidad sustancial, es decir orientada al producto) puede orientarse de acuerdo a la redundacia de sus semas nucleares a lo largo del discurso. Esta redundancia permite generar figuras sémicas cuyo sentido es la venta del producto. Ahora bien, como sabemos la fase 1 se presenta una publicidad sustancial, es decir, referida al producto en su máxima extensión (Jean Marie-Floch) por tanto hablará de su materialidad (semas figurativos), su composición, si es grande, cuánto dura, cuanto rinde, su es efectivo, rápido, espacioso, etc. La isotopía por tanto será semiólogica.
  2.  Semas abstractos: No se refieren a una exterioridad, sino que son categorías que sirven para significar el mundo, ayudan a clasificar, son noológicos, están determinadas por el contexto. Se trata, en suma, de la “interioceptividad”, de la organización categorial, las percepciones: /relación/ – /término/ – /objeto/ – /proceso/, /música/-/danza/-/poesía/, /humano/, /objeto/, /político/, /social/, /familiar/, /peruanidad/, /amistad/. Un discurso publicitario fase 2 (publicidad de tipo masivo producto-conceptual) permite la reiteración de clasemas abstractos lo cual genera figuras clasematicas abstractas que generan lo que llamaremos una isotopía semiótica simbólica. En la fase 2 conocidos son sus conceptos /cultural/ /compromiso/ /confianza/ /honestidad/ /responsabilidad/ /amistad/ /progreso/ /amistad/ /peruanidad/ /humano/ /económico/ /social/, etc.
  3. Semas tímicos: Connotan los microsistemas sémicos según la categoría eufórica / disfórica y, por este hecho, los erigen en sistemas axiológicos. “humor, disposición afectiva de base”, vinculado a la percepción que el hombre tiene de su propio cuerpo. En un discurso fase 2 y fase 3 los semas timicos aparecen como figuras timicas desarrollando una isotopía semiótica patemica y una isotopía patémica, respectivamente. De la fase 3 son conocidos entonces sus semas: /experiencia/, /diversión/, /hedonismo/, /sorpresa/, /placer/, /irracionalidad/, /intensidad/, /juego/, /expresión/ e /individualismo/.semas analisis publicidad semiotica

Hasta este punto se ven las definiciones puras donde los semas se definen sin combinación. Sin embargo, para efectos de una combinatoria y una riqueza mayor podemos presentar: 

  • Semas figurativos + abstractos: Se habla de un producto pero de carácter abstracto-social “rinde para toda la familia”, “la del precio pequeño del Perú” “Grande para toda la familia” “construyendo sueños”. 
  • Semas figurativos + tímicos: Semas fenomenológicos, experiencia táctil, emoción sensible, predominio de la figura, las sensaciones y la relación sensible con la publicidad, desarrollo de la subjetividad. “Escucha tu cuerpo” (Natura) «Felicidad es movimiento» (Coca-Cola)  
  • Semas tímicos + abstractos: emociones sociales, pasiones colectivas. “La felicidad es mi progreso”, “Pilsen es amistad”, etc. 
  • Semas abstractos + tímicos + figurativos: deformaciones, una intencionalidad y posicionamiento vagos y abiertos. La relación es tríadica.

II) Caso práctico: 
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=KMm5smUo5oE&w=560&h=315%5D

Partiendo de lo desarrollado en el punto [I], se presentarán los semas que componen el comercial de San Fernando, tomando como lexemas las tomas de las escenas más representativas.

isotopia san fernando peru

Si bien hay semas interesantes de análisis como por ejemplo el de /continente/ que no solo refiere al contenido del producto sino al contenido de las mismas personas (sus experiencias y emociones particulares). O también el de la /yuxtaposición/ como característica básica de las comidas en el Perú y del discurso oral (vertir el contenido «A» sobre una base «B») o el otro sema de /encuentro/ que no solo refiere a las personas sino al producto con el plato principal. La isotopía que generará un valor será la patémica, en la categorización sémica siguiente: (/rapidez/-/continente/) – (/relación/-/euforia/). La rapidez como sema figurativo es respectivo al tiempo “(..) Seco y volteado”, “microondas o derrepente frío como mi compare” “es más fácil para mi cocinar” “parábamos en el grifo o en el chifa del barrio” “abre la latita y ya está”. Además de las imágenes que demuestran esta practicidad al momento de abrir la lata y la rapidez y poca complicación que esta tiene. Por otro lado, se encuentra los datos de una historia particular del mercado de consumo que supone la representación del concepto de un encuentro: /relación/-/euforia/, los individuos se relacionan en un espacio intimo y afectivo intenso. El siguiente esquema tensivo propone bien la relación de los semas en la intensidad y la extensidad:

esquema tensivo publicidad

De este modo, el sema /rapidez/ es homologable al forema de brevedad según la temporalidad de la valencia extensiva. Mientras que su intensidad se encuentra el sema /euforia/ relacional el cual deviene en el forema de tonalización de la sub-valencia de la tonicidad en la valencia intensiva.  San Fernando desarrolla un valor EUFORICO (Semprini) no en tanto desenfreno sino como relación entre una fuerza tonal afectiva representada por los actantes (papa e hija, esposos distintos, amigos, amigas) y por la misma música y su tempo ademas de su relación con cierta fugacidad, cierta brevedad temporal. Los actantes señalan que se preparan algo fácil, que prefieren ahorrar tiempo, que se conocieron en un medio fugas, el producto se llama “ya ta” y refiere a un “ya está la comida servida” rescatando el sabor (algo “bueno y rico”) y la facilidad del producto y los personajes se conocen en medios fugaces e inesperados como el Facebook. El sabor tiene una tonicidad intensiva a igual que las personas y su amistad, sus risas, y sus relaciones afectivas. En resumen, el discurso publicitario que encierra a esta publicidad en sus relaciones sociales de consumo son de LÓGICA 1 y 3. 

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[SAPÓNIDOS Y DETERGENTES] Roland Barthes

ROLAND BARTHES – MITOLOGÍAS (1)

El Primer Congreso Mundial de la Detergencia (París, septiembre de 1954) ha autorizado al mundo a sucumbir a la euforia por Omo:los productos detergentes no sólo no tienen ninguna acción nociva sobre la piel, sino que es posible que puedan salvar de la silicosis a los mineros. Esos productos, desde hace algunos años, son objeto de una publicidad tan masiva, que hoy forman parte de esa zona de la vida cotidiana de los franceses a la que los psicoanalistas, si estuvieran al día, deberían sin duda tomar en cuenta. En ese caso sería útil oponerle el psicoanálisis de los líquidos purificadores (lejía), al de los polvos saponizados (Lux, Persil) o detergentes (Raí, Paic, Crio, Omo). Las relaciones del remedio y del mal, del producto y de la suciedad, son muy diferentes en uno u otro caso.

Por ejemplo, las lejías han sido consideradas siempre como una suerte de fuego líquido cuya acción debe ser cuidadosamente controlada, en caso contrario el objeto resulta atacado, «quemado»; la leyenda implícita de este género de productos descansa en la idea de una modificación violenta, abrasiva, de la materia; las garantías son de orden químico o mutilante: el producto «destruye» la suciedad. Por el contrario, los polvos son elementos separadores; su papel ideal radica en liberar al objeto de su imperfección circunstancial: ahora se «expulsa» la suciedad, no se la destruye; en la imaginería Omo, la suciedad es un pobre enemigo maltrecho y negro, que huye presuroso de la hermosa ropa pura, ante la sola amenaza del juicio de Omo. Los cloros y los amoniacos, indudablemente, son los delegados de una suerte de fuego total, salvador pero ciego; los polvos, en cambio, son selectivos, empujan, conducen la suciedad a través de la trama del objeto, están en función de policía, no de guerra. Esta distinción tiene sus correspondencias etnográficas: el líquido químico prolonga el gesto de la lavandera que friega su ropa; los polvos, remplazan al del ama de casa que aprieta y hace girar la ropa a lo largo de la pileta.

Pero dentro del orden de los polvos, hace falta oponer, asimismo, la publicidad psicológica a la publicidad psicoanalítica (utilizo esta palabra sin asignarle una significación de escuela particular). La Blancura Persil, por ejemplo, funda su prestigio en la evidencia de un resultado; se estimula la vanidad y la apariencia social mediante la comparación de dos objetos, uno de los caíales es más blanco que el otro. La publicidad Omo también indica el efecto del producto (en forma superlativa, por supuesto), pero sobre todo descubre el proceso de su acción; de esta manera vincula al consumidor en una especie de modus vivendi de la sustancia, lo vuelve cómplice de un logro y ya no solamente beneficiario de un resultado; aquí la materia está provista de estados-valores.

Omo utiliza dos de esos estados-valores, bastante nuevos dentro del orden de los detergentes: lo profundo y lo espumoso. Decir que Omo limpia en profundidad (ver el cortometraje publicitario) es suponer que la ropa es profunda, cosa que jamás se había pensado y equivale, sin duda, a magnificarla, a establecerla como un objeto halagador para esos oscuros impulsos a ser cubiertos y a ser acariciados que existen en todo cuerpo humano. En cuanto a la espuma, es bien conocida la significación de lujo que se le asigna. Ante todo, aparenta inutilidad; después, su proliferación abundante, fácil, casi infinita, permite suponer en la sustancia de donde surge un germen vigoroso, una esencia sana y potente, una gran riqueza de elementos activos en el pequeño volumen original; finalmente, estimula en el consumidor una imagen aérea de la materia, un modo de contacto a la vez ligero y vertical, perseguido como la felicidad tanto en el orden gustativo (foies gras, entremeses, vinos) como en el de las vestimentas (muselinas, tules) y en el de los jabones (estrella que toma su baño).

La espuma inclusive puede ser signo de cierta espiritualidad en la medida que se considera al espíritu capaz de sacar todo de nada, una gran superficie de efectos con pequeño volumen de causas (las cremas tienen un psicoanálisis totalmente distinto: quitan las arrugas, el dolor, el ardor, etc). Lo importante es haber sabido enmascarar la función del detergente bajo la imagen deliciosa de una sustancia a la vez profunda y aérea que pueda regular el orden molecular del tejido sin atacarlo. Euforia que, por otra parte, no debe hacer olvidar que hay un plano donde Persil y Omo dan lo mismo; el plano del trust anglo-holandés Unilever.

BIBLIOGRAFÍA

Barthes, Roland (2010) Sapónidos y detergentes (en) Mitologías. Traducción: Héctor Schmucler. 2da ed. México: Siglo XXI (pp. 42-44)

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Cuerpo y consumo: significaciones del cuerpo en la publicidad.

cuerpo y carne

La publicidad es un discurso heterogéneo, tripartido, desnivelado y abigarrado. Cuando hablamos de publicidad nos sometemos a un discurso determinado, con sus vericuetos, con sus extensiones oscuras, partes claras y distintos modos de pensamiento y atribución de valores. Pues bien, hemos reconocido en anteriores post tres tipos de discurso publicitario que afectan sin duda la producción de sentido (tensión y coherencia) de las prácticas y tácticas de su comunicación: el discurso fase 1 (relativo al producto), el discurso fase 2 (relativo a la marca) y el discurso fase 3 (relativo a las experiencias de la marca). En este breve articulo nos detendremos en una simbolización interesante que se mantiene en un discurso puntual de la publicidad (discurso fase 1) al respecto del cuerpo.

Se conoce como discurso fase 1 de la publicidad a aquel en el que se priorizan los objetivos comerciales sobre cualquier otro. Cuando escuchamos de David Ogilvy: “la mejor publicidad es la que vende” sin duda hablamos de un enunciado producido bajo el punto de vista del discurso fase 1. El discurso fase 1 nace en la producción masificada y acelerada del producto haciendo que sus mensajes publicitarios se incrementen, saturen y busquen crear un objeto que seduzca utilizando muchas veces un copy dirigido al “call to action” («más», «siempre», «calidad», etc). El producto-mercancía es el núcleo del discurso que a su vez produce simulacros de vida relacionados íntimamente a sus beneficios. Algunas características importantes de este discurso son:

  • El objeto es la estrella de una comunicación unidireccional que en muchos casos es informativa y en muchos otros crítica y comparativa.
  • El discurso fase 1 se orienta hacia la oferta del producto, de sus atributos y beneficios, de lo que hacen las personas con ellos y cómo su valor se construye por comparación de otros productos en el mercado.
  • Este tipo de discurso se articula expresando la idea de consumo (la venta) de forma coherente en las tácticas publicitarias como en sus diversas formas de interacción y expresión que lo delimitan.

De este modo, el objetivo es la venta del producto y todos los signos y presencias deben agenciar y referir a esto. Precisamente uno de los elementos/signos de este discurso fase 1 en el cual nos detendremos es el cuerpo representado en la publicidad. Sabemos que la publicidad iconiza al cuerpo, lo convierte en un signo y representación de nuestro propio cuerpo. Ahora bien, es necesario distinguir entre esta representación del cuerpo en la publicidad y el cuerpo semiótico, aquel que nos permite formular sentido.

Cuerpo semiótico:

Siguiendo a Michael Serres : “(…) no hay nada en el conocimiento que no haya estado primero en todo el cuerpo, cuyas metamorfosis gestuales, posturas móviles, cuya misma evolución imita todo cuanto lo rodea.” (Serres, Michel (2011) Variaciones sobre el cuerpo. México D.F.: Fondo de cultura económica. pp 77). Comencemos con un principio fenomenológico: el “yo puedo” (la predicación, el cuerpo) precede al “yo pienso” (la aserción, la persona). El cuerpo es el soporte material de la significación y es necesario decir que sin su intervención tanto la práctica o táctica publicitaria ni la idea creativa y estratégica funcionarían. Sin el cuerpo no se produciría la interacción entre la marca y el consumidor ya que es precisamente el cuerpo del consumidor el que se posiciona en el mundo y experimenta los datos sensibles que los medios exponen de la identidad de la marca, percibiendo y dotando de sentido a esos estímulos que llamaremos imagen de la marca. En suma, la posibilidad de existencia de la marca se debe al cuerpo del consumidor. Pero no disparemos la reflexión. En Semiótica de las pasiones, Jacques Fontanille & A.J. Greimas rescatan esta importancia: «Es por la mediación del cuerpo percibiente que el mundo se transforma en sentido -en lengua-, que las figuras exteroceptivas se interiorizan y que, finalmente, resulta posible considerar la figuratividad como un modo de pensamiento del sujeto». (FONTANILLE, Jacques & GREIMAS , A.J (1994) Semiótica de las pasiones. De los estados de cosas a los estados de animo. México D.F: Siglo XXI Editores. p.13). Esta consideración, según los autores, «no perdona a ningún universo semiótico, cualquiera que sea su modo de manifestación» (p.13).  Pero debemos precisar algo sobre este cuerpo: no nacemos con él, nos construimos un cuerpo  (soma).

La fenomenología Husserliana reconoce en dos constituciones del cuerpo que vale la pena aclarar. Las diferencias entre Körper (cuerpo físico) y Leib (cuerpo vivo). Para la fenomenología, el término alemán Kórper refiere a la cosa física, al cuerpo orgánico, a la extensión (cartesiana), a la materialidad y sensibilidad. Ejemplos de esto lo vemos en el color, el peso, etc. Es el cuerpo solo como instrumento y “continente y cárcel del alma (yo)”. De otro lado, como cuerpo vivido (Leib) es opuesto al Körper ya que este es el cuerpo que experimenta, es un cuerpo vivencial, un cuerpo vivido (soma) que nos hace diferentes y nos permite crear intersubjetividad. No nacemos con un cuerpo (leibe) sino que nos construimos uno (leiben). Cuando referimos en semiótica a la noción de cuerpo entonces sabemos que nos referimos al soma, a este cuerpo semiótico que se construye en devenir [1]. Incluso, “yo” en tanto sujeto semiótico, tengo a su vez mi propia experiencia sobre mi cuerpo (soma) ya que la única experiencia que puedo tener de un soma (Leib) es la mía. Schopenhauer se acerca a esta representación (y retención) de la experiencia: “Todo cuanto existe sólo existe para el sujeto [como representación]. Cada hombre es este sujeto, pero únicamente en cuento conoce y no en cuanto es objeto de conocimiento. Su cuerpo es objeto, y, desde este punto de vista, le consideramos igualmente representación. El cuerpo es un objeto entre tantos otros y está sometido a las leyes del objeto de la percepción (…)”. (El mundo como voluntad y representación. Libro primero. §2). Podemos incluso presentificar (alterar y modificar) éste noema de percepción ya retenido, como el caso DOVE. Es gracias a este cuerpo que la publicidad y el marketing puede hablar de experiencia de marca, de imagen de marca y de identidad de marca.

Caso de estudio:

Reconociendo al cuerpo como vital en el proceso de comunicación publicitaria es menester reconocer cómo y de qué manera el cuerpo se representa en la publicidad, en este caso, en el discurso publicitario fase 1. Como hemos aclarado, nuestro cuerpo (soma) se posiciona en el mundo y genera semiosis, sentido y permite la significación. La representación publicitaria del cuerpo permite al consumidor relacionarse con otros cuerpos (somas) ya que tiene una experiencia con el suyo propio; de esta manera el consumidor no se relaciona con cuerpos físicos (Körpe) sino con cuerpos semióticos (somatizados, fenomenológicos, cuerpos de vivencia) [2]. Para analizar entonces esta relación corporal y somatica tomaremos como caso breve de estudio la siguiente publicidad de la cadena de ópticas “Visión Center”. El ejemplo nos permitirá comprender que también existe una representación publicitaria del cuerpo asociada a un discurso de consumo determinado, en este caso, el discurso de fase 1:

La orientación narrativa es como sigue: Un sujeto 1 (mujer) va caminando lentamente bajo la cadencia de la música que sin duda despierta afectivamente a un sujeto 2 (hombre) que no “deja de ver” la esbelta figura de la mujer. Mientras tanto, en el ámbito donde las acciones se realizan, los comensales aparecen cristalinos, suprimidos en la transparencia y reducidos por la acción principal. “Oú est le corps?”. La publicidad, afincada en el discurso fase 1 relaciona y agencia el producto con la acción y dirección textual: “déjate ver” es la proposición del sujeto operador. La firma final guía y conduce al espectador.

¿Qué sucede con los cuerpos? En principio se representan 2 cuerpos diferenciados: (i) el cuerpo expectante o reactivo (ii) El cuerpo activo. El primer cuerpo representado es reactivo, expectante y diferenciado de la acción principal, su carne queda traslucida y su piel se nos devela tan solo por un enfrentamiento con la luz natural. El sujeto revela su cuerpo suprimido y sustraído, parece que habla pero no lo hace, parece que lleva ropa pero solo se encuentra adornado con accesorios (corbatas, relojes, etc.). No todos disponen ese cuerpo, solo los que se enfrentan a la mira intensa del plano principal, por metonimia (desplazamiento o contagio semántico) todos quedan contaminados en la invisibilidad. Son cuerpos que nos hablan pero simulan una conversación, son cuerpos que no miran pero simulan una interacción escópica, son cuerpos sin carne pero simulan afección e intensidad. Llegamos a la conclusión: El discurso fase 1 prioriza sobre el producto y no sobre el cuerpo que dispone de ese producto, podemos sustraer el cuerpo-no-sujeto ya que el producto es la estrella: el discurso fase 1 produce un cuerpo simulado, presupuesto para dirigir la mira al acto de consumo. Interesa el cuerpo pero no su rostrocidad, no su carne, solo su presencia simulada, alguna forma que se asemeje, algún sonido que nos haga entender sobre alguna presencia del cuerpo. Cuerpos y cabezas pero no carne ni rostros. Y es coherente que no aparezcan rostros en la publicidad fase 1 ya que el rostro es una superficie pública que de alguna manera devela “las convulsiones del alma”: “El rostro es la superficie material, pública e intersubjetiva en la que compartimos, exteriorizaos o revelamos un supuesto mundo interior. En los micromovimientos que le dan vida observamos la expresión minimalista (aunque a veces brutal) de las convulsiones del alma” (León Cannock, Alejandro (2013) Cartografías del pensamiento: ensayos de filosofía popular. Lima: UPC.) No un rostro sino una cabeza, una cabeza pero no un rostro[3]. Veamos el siguiente ejemplo, Se revela el cuerpo pero no el rostro, esto con el fin de darle prioridad al producto ¿es que acaso la subjetividad del actante del afiche una competencia de la superficialidad del producto?

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El cuerpo se simula e incluso desaparece, se difumina, solo le queda pura piel que repite (Si-ipse) dentro del rol pasivo de expectante, simulado; Jacques Fontanille lo define: le corps second, el segundo cuerpo[4]. El cuerpo de la moda:

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¿Y qué sucede con los cuerpos activos, los que producen la acción principal de la cual todas quedan subordinadas? Se muestran como “segundos cuerpos” cuya subjetividad también queda suprimida por el producto mismo, los anteojos oscuros no permiten ver la intimidad de los actores, nuevamente un cuerpo subordinado a la mercancía. El producto “no deja ver” la subjetividad más si la simulación del cuerpo y su artificialidad. ¿Hubiera sido mejor ofertar lentes claros que vayan acorde con el copy “déjate ver”? ¿Esta acaso el producto (lentes de sol) impidiendo que el actante “deje ver” su interioridad, su cuerpo-no-sujeto? Pero todo marcha en la coherencia del discurso de la fase 1. La dación de sentido se produce en el discurso publicitario fase 1, lo que importa es el producto y la superficialidad de la mercancía. El resto es solo un añadido del consumo.


[1] «Pero para mi caso ese cuerpo es vivido desde dentro de sí mismo, tiene sobre sí una «perspectiva somatológica», es un soma, un Leib, es decir, está animado de campos sensitivos, de un conocimiento interno, siente, etc. Cualquier movimiento de mi cuerpo es corporal, o sea compone con otros movimientos, y a la vez somático.» (San Martin, Javier. La fenomenología de Husserl como utopía de la razón.)

[2] «Mi cuerpo es «el primer campo de expresión», lo que posibilita que yo comprenda el cuerpo del otro inmediatamente como expresión de su vida, expresión en la cual no se da primero la percepción de una materialidadque luego se interpreta, sino que se percibe inmediatamente minimizando incluso la materialidad corporal estricta  (…)» (San Martin, Javier. La fenomenología de Husserl como utopía de la razón.)

[3]“La cabeza está incluida en el cuerpo, pero no el rostro. El rostro es una superficie de rasgos, líneas, arrugas, rostro alargado, cuadrado, triangular, el rostro es un mapa, incluso si se aplica y se enrolla sobre un volumen, incluso si rodea y bordea variedades que ya sólo existen como agujeros. Incluso humana, la cabeza no es forzosamente un rostro.” (Deleuze, Gilles & Guattari, Felix – Mil Mesetas.)

[4] « Ces passions se déploient donc non pas sur ou dans le corps propre (le corps premier, celui du Moi), ni même sur et dans le « corps simulé » (le corps second, celui du Soi), mais dans les opérations qui affectent leurs relations. » (FONTANILLE, Jacques (2012)- Julien Fournié : les saisons de la mode. Formes de vie et passions du corps)

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Las necesidades, los deseos y la publicidad…y el psicoanálisis.

lacan publicidad

Advertencia: De acuerdo, los publicistas somos enemigos de los textos duros. Y el psicoanálisis (y la semiótica) lo es. Sin embargo, muchas veces nos perdemos grandes aportes teóricos para nuestra disciplina porque creemos que no valen la pena. La publicidad, hay que notarlo, sigue repitiendo algunos «dogmas» que ya no encuentran asidero en muchas de las prácticas contemporáneas; la pirámide de Maslow, las 4 p, etc. Este breve artículo pondrá en juego uno de esos dogmas, las nociones de necesidad/deseo que continúan influenciando a nuevas generaciones. ¿Qué puede aportar una disciplina tan dura como el psicoanálisis a estos conceptos?

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Es el marketing, mediante su interés en el consumidor, el que descubre una figura alterna al tipo de consumidor medible (“racional”) y advierte ya no solo procesos y estrategias programables, sino a un consumidor predispuesto a una compra simbólica. Se produce el descubrimiento: el consumidor no solo compra productos, sino también, valor de marca. Esta nueva característica del consumidor como un sujeto simbólico, que opera y se interrelaciona con marcas y deseos llega incluso a ser considerada en la propia definición de Marketing: “El marketing es un proceso social y de gestión a través del cual los distintos grupos e individuos obtienen lo que necesitan y desean, creando, ofreciendo e intercambiando productos con valor para otros.” (KOTLER 1992: 4) Más allá de la definición parece importante reconocer un binomio puntual para descifrar a nuestro consumidor simbólico: necesidad y deseo.

La concepción de necesidad y deseo parece fundamental para comprender al consumidor – simbólico ya que el binomio se constituye como una categoría cultural, es decir la necesidad humana tiene un correlato material simbólico fundamental que es el compuesto de la relación entre personas y cosas. Entre el producto y el consumidor se establece una relación simbólica en la que se encuentra implicada la necesidad y el deseo (a propósito de la definición de marketing descrita en el párrafo anterior); es decir, un hombre va a una tienda y pide comprar una bebida marca “x”, su motivación será psicológica, el consumidor necesita y/o desea el producto, aquí las relaciones entre consumidor y su objeto de deseo. Pero cuando hablamos de necesidad es necesario superar la distinción clásica entre necesidades básicas (físicas) y necesidades secundarias (psicológicas) ya que estamos hablando de una relación simbólica, es decir una relación en el ámbito del lenguaje[1]. Ya en este punto es casi inevitable la pertinencia de una visión psicoanalítica sobre el consumo, la propuesta lacaniana sobre un triedro de composición simbólica: necesidad, deseo y fantasma.

Para el psicoanálisis lacaniano, “las necesidades se articulan en el lenguaje, en la demanda del (Otro)” (STAVRAKAKIS 2010: 266)[2] Por el solo hecho de que habla (o es hablado), el consumidor tiene una demanda desviada hacia el lenguaje, retornan a él enajenadas en la medida en que están sujetas a la demanda:

“Hay algo en la necesidad (cierto real) que no pueden articularse simbólicamente en la demanda, y aparece en un retoño, que es lo que se presenta en el hombre como el deseo. (…) Es por eso que no tiene sentido referir el deseo consumista a la noción de una necesidad previa o superior. Dado que construyen su propia realidad simbólica/imaginaria, los seres humanos son capaces de ignorar y/o transformar esas dicotomías.” (STAVRAKAKIS 266-267: 2010)

 La necesidad biológica no es cuestión para el hombre simbólico, sino ya que la necesidad al estar sujeta a la demanda condiciona simbólicamente y deviene deseo (estamos desnaturalizados en el lenguaje), es esta la interrelación donde la dicotomía (necesidad/deseo) se transforma.  Y es aquí donde surge la discusión acerca del deseo en el fenómeno de consumo, una discusión donde el psicoanálisis sigue teniendo cierto grado de relevancia, como veremos más adelante.

Para el psicoanálisis, el deseo es el deseo de Otro, es decir, es el Otro [Aute] (la madre, o para fines de la investigación, la marca/mercado de consumo) el que se manifiesta como matriz de deseo, por tanto, el sujeto no logra tener al deseo sino que es causado por el deseo de otro:[3] “El deseo es deseo de deseo, deseo del Otro, hemos dicho, o sea sometido a la Ley”. (LACAN 2002: 810). Ahora bien, no hablamos de una necesidad biológica del consumidor sino de un deseo dentro de un sistema de significación simbólico, ¿cómo efectúa el consumo (entiéndase marcas, empresas, productos) este deseo en el consumidor? Sobre este punto se formula la teoría psicoanalítica sobre el fantasma que es, digamos, la centralidad del problema de la publicidad y su relación con el hacer-de consumo.

Para comprender sobre el fantasma es necesario entender dérmicamente una estructura del deseo importante, precisamente la falta. Aquella misma falta que Kotler menciona en su definición sobre el marketing, dice Kotler: «Es preciso hacer una distinción entre necesidad, deseos y demandas. Una necesidad es la carencia de un bien básico. La necesidad de estos bienes no ha sido creada por la sociedad o por los especialistas en marketing; existe en la esencia de la naturaleza humana y en su propia condición. Los deseos son la carencia de algo específico que satisface las necesidades básicas. Un americano por ejemplo necesita alimentos y desea una hamburguesa” (KOTLER 1992: 4). Kotler destina a la carencia el principio de la necesidad como del deseo, sin embargo, como habíamos aclarado, el homo symbolicus se conduce en el deseo condicionado simbólicamente (en el lenguaje) ya que la necesidad está sujeta a la demanda; “Las necesidades no producen el consumo, el consumo es el que produce las necesidades» (BAUDRILLARD 2009: 33-34) Una cosa es (aparentemente) cierta y señalada por Kotler; el deseo parte de una carencia. Respecto a esto, la teoría lacaniana parte de la falta[4] como relación indispensable con el deseo[5], con ello, el sujeto solo busca repetir la satisfacción llevándolo en algunos casos en una búsqueda cíclica de ese objeto perdido e irrecuperable. En la sociedad de consumo, la búsqueda del consumidor por la satisfacción final (el consumo del producto/servicio) parte y es motivada por esta carencia, el objeto perdido [le petit objet a] y la falta de éste asociados íntimamente con el propio deseo del consumidor: “El objeto a es tan sólo una letra, nada más que la letra a, una letra cuya función central consiste en nombrar un problema no resuelto, o mejor aún, en significar una ausencia.” (NASIO 2004: 112). El objeto entonces es la causa del deseo en tanto faltante, lo que hace la publicidad, y por ende el consumo, es dirigirse a un sujeto siempre afectado por la pérdida del objeto, se dirige al deseo prometiendo una satisfacción, apelando a la falta del objeto del consumidor. Según el psicoanalista Fabián Naparstek, menciona que la contracara de este consumo que apela a la falta se encuentra íntimamente ligada a la depresión, la angustia: “El paradigma de nuestra época es que hay que consumir, es más, la contracara del consumo es la depresión, el que no puede consumir lo suficiente, por las razones que sea, termina deprimido.” (NAPARSTEK 2012)[6]. La falta lleva al consumidor de la fiesta del consumo a la depresión terrible; de la saturación deviene su propio declive.

El consumidor es siempre para el discurso publicitario y el sistema de consumo, un sujeto carente.[7] Es sobre esta carencia que en el consumo aparece lo que Lacan denomina el fantasma. La publicidad como discurso es una maquina productora de fantasías, de revestimientos semánticos llamados imagen de marca, de posicionamientos y de relatos sobre-saturados de fantasía, como lo señala Baudrillard: “Uno se evalúa en relación con el otro, se define por el otro, un inconsciente estereotipado como función individual y fantasías entregadas como productos terminados por las agencias publicitarias. Por esta vía, se eluden todos los problemas verdaderos que plantea la lógica del inconsciente y la función simbólica, materializándolos espectacularmente en un proceso mecánico de significación y de eficacia de los signos” (BAUDRILLARD 2009: 180)  Está claro, la publicidad genera y desarrolla fantasías sobre su producto, aquí la intromisión del fantasma.

El fantasma funciona como una pantalla, como un discurso particular, un conjunto determinado de formas que el consumidor percibe y entiende, un campo limitado de acción y hacer. El fantasma es lo que el consumidor imagina para compensar las pérdidas, las faltas. El fantasma es la manera de ver el mundo y esto es precisamente lo que ofrece el propio sistema de consumo: “Prueba  el producto -x- el mejor de la categoría”, el fantasma y su retórica. La fabricación de productos o la democratización de los mismos e incluso la economía de precios bajos que eran los engranajes del sistema de consumo fase 1, se desarrollan hacia el interés por la empresas respecto a la imagen de marca, a la comercialización de la marca.[8] La “promesa fantasmática que se articula en el discurso publicitario”[9] (STAVRAKAKIS 2010: 268) parte su mensaje en base a toda esta considerable estructura lacaniana; el consumidor fantasea con el discurso publicitario, y lo hace precisamente sobre aquello de lo que carece rellenándolo de un valor particular: el exceso, el “algo más”. No solo es el fantasma del valor de marca, el discurso particular sobre el producto, es también el exceso como fórmula de construcción del valor de marca (Brand value): “En cierto modo, con la abundancia ocurre algo semejante: para que llegue a ser un valor, hace falta que haya, no sólo suficiente, sino demasiado, es necesario mantener y manifestar una diferencia significativa entre lo necesario y lo superfluo, ésta es la función del despilfarro a todos los niveles.” (BAUDRILLARD 2009: 32). La figura del exceso se desarrolla en toda la fase 1 con la producción fordiana y la reproducción en serie del producto, exceso en la retórica y en la democratización de la marca en las calles.

El consumidor está inmerso en un sistema de jouissance, la satisfacción de los deseos del consumidor es curva, es decir, si el deseo solo puede constituirse bajo el binomio falta/exceso por tanto el discurso de consumo /publicitario que construye el fantasma promete llenar esa misma falta del Otro en un tiempo lejano o no tan lejano. Cuando la publicidad señala “Coca- Cola: destapa la felicidad” o “Disfruta Coca-Cola”[10] la marca se convierte en un canal de deseo para que el consumidor encuentre la satisfacción, con algo que llenaría la falta del sujeto, “el discurso publicitario funciona como fantasma: puede persuadir y causar el deseo porque promete recubrir nuestra falta mediante el ofrecimiento del producto como objet petit a, como la solución final de todos nuestros problemas, como el creador de una armonía ideal. En otras palabras, el universo publicitario proyecta toda experiencia de la falta en la falta del producto publicitario, es decir, en una falta que puede eliminarse mediante una simple maniobra: la compra del producto, el acto del consumo.” (STAVRAKAKIS 2010: 270) Claro está que el discurso publicitario es incapaz de producir satisfacción y este es precisamente su éxito.

 BIBLIOGRAFÍA:

BAUDRILLARD, Jean. (2009) La Sociedad de Consumo: sus mitos, sus estructuras. Trad: Alcira Bixio. Madrid: Siglo veintiuno

DOR, Joël, (1994) Introducción a la lectura de Lacan. El inconsciente estructurado como lenguaje. Barcelona: Gedisa.

KOTLER, Philip (1992) Dirección de Marketing. Análisis, Planificación, Gestión y Control. 7ª Edición. Buenos Aires: Ed. Prentice Hall

LACAN, Jacques (2002) Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista. (en) Escritos 2 – 2da ed. 1ª reimp.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

STAVRAKAKIS, Yannis (2010) La izquierda lacaniana. Psicoanálisis, teoría, política. Buenos Aires: Fondo de cultura económica.

NASIO, Juan David. (2004) Cinco lecciones sobre la teoría de Jacques Lacan. Barcelona: Gedisa.

NAPARSTEK, Fabián. (2012) Psicoanálisis: «El empuje al consumo lleva a igualar a todo el mundo». (Consulta: 1 Noviembre, 2012) (http://www.mdzol.com/mdz/nota/423753-psicoanalisis-el-empuje-al-consumo-lleva-a-igualar-a-todo-el-mundo/)


[1] El Micro Robert (2012) define al consumidor como: «Personne qui utilise des marchandises, des richesses, des services pour la satisfaction de ses besoins.» Es decir, una persona que utiliza sus bienes, sus riquezas, sus servicios para la satisfacción de sus necesidades. La estrecha intimidad que existe entre el consumidor y sus necesidades menciona pocas veces la complejidad del deseo y el lenguaje.

[2] Se puede ejemplificar el binomio necesidad y deseo con el típico caso infantil. Un niño se encuentra en una situación de necesidad que busca ser satisfecha (alimento), cuando ésta es satisfecha sin que él lo busque se produce una huella mnésica ligada a la imagen/percepción del primer objeto que le brindó esa satisfacción. Cuando esta huella mnésica es reactivada se produce un proceso pulsional particular, la necesidad ya no aparece pura sino que es orientada (por el niño) hacia una búsqueda del objeto pasado en un hecho presente, se produce un deseo. Pero esta búsqueda es improbable. En psicoanálisis, el deseo siempre es deseo de Otro. (Cfr. DOR 155-157: 1994)

[3] “La pregunta hecha al otro de lo que él quiere, en otros términos, de allí donde el sujeto hace su primer encuentro con el deseo en tanto es, en primer lugar, deseo del Otro, deseo gracias al cual percibe que se realiza como ente, ese más allá alrededor del que gira, el que el Otro haga que un significante u otro esté o no presente en la palabra, en que el Otro le da la experiencia de su deseo, al mismo tiempo que una experiencia esencial porque hasta el presente era en la batería significante misma en la que una elección podía hacerse.” (LACAN 6: 1952)

[4] La teoría lacaniana parte del deseo como falta haciendo con ello honor a la ontología negativa del deseo propuesta en el dialogo platónico El Banquete, donde Sócrates expone esta idea en su concepción primigenia. Posteriormente, no solo la visión de la carencia es la única formulación del deseo, sino, compartiendo con Deleuze, el agenciamiento que busca el sujeto respecto del otro. El consumidor no solo busca el objeto a raíz de una falta sino a raíz de una red de agenciamiento que implican al objeto, de la territorialización de los signos y su aprehensión. (Ver: León Cannock, Alejandro (2013). Las codificaciones del deseo. (en) Cartografías del pensamiento: ensayos de filosofía popular. Lima: Universidad privada de ciencias aplicadas)

[5] “Según Lacan, la dimensión del deseo aparece como intrínsecamente ligada a una falta que no puede ser satisfecha por ningún objeto real. El objeto pulsional sólo puede ser entonces un objeto metonímico del objeto del deseo.” (DOR 158: 1994)

[6] La herencia del homo symbolicus respecto a esta dualidad carencia o falta – depresión, se retomara en la descripción del Homo felix, expuesta más adelante.

[7] De aquí que el programa narrativo clásico de la Fase 2 sea la Adquisición, un programa narrativo que propone una relación transitiva entre sujeto de estado y sujeto operador, es decir, una Atribución; la publicidad será en la fase 1 y 2 la que debe ser reconocida como tal y la que provoque la transformación del estado inicial del consumidor, la carencia y la disjunción deben ser superadas gracias a la marca.

[8] Cfr. KLEIN 2001: 4

[9] “Toda publicidad se dirige a este espacio fantasmático” (Žižek 2005: 145)

[10] El propio Lacan refiere a este slogan de Coca-Cola en la conferencia de Baltimore a propósito de le sujet de la jouissance.

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La marca: una tópica del cuerpo semiótico

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Es una empresa constante en las estrategias de marketing y publicidad apuntar a descifrar del estatuto, configuración, composición y manejo de la marca. La marca, se encuentra dentro de los inventos de las primeras metodologías de venta en la historia de la sociedad de consumo y se define como un revestimiento semántico del producto. De este modo, resulta una primera lógica epicúrea; cuando la marca es, el producto no es: “La marca no es apreciada por los compradores que buscan relación calidad-precio.” (KOTLER 1992: 82) La evolución[1] de la satisfacción del consumidor desde el producto y sus atractivos hacia la marca resulta una búsqueda respecto al simbolismo, la representación y la “personalidad”; el nombre del producto es el inicio de la marca. Recogemos sobre este punto una primera acotación que precisa Sánchez Corral:

“Efectivamente, las firmas comerciales se lanzan a la conquista del mercado mediante el impacto que produce la presencia insistente del nombre propio del producto en los medios de comunicación de masas, cuya dimensión más radical estaría representada por la reducción —que se da en múltiples ocasiones— de la demanda comercial al Nombre y por la inscripción de éste en el registro de la propiedad privada.” (SANCHEZ CORRAL 1990: 207).

Péninou resume: “Se da vida a los objetos cuando se les ha dado un nombre y se les da un nombre para darles vida» (Péninou 1976: 101). Pero que la marca sea un nombre propio del producto no solo es, como bien lo advirtieron Péninou y Sánchez Corral, una manifestación y entramado lingüístico y por tanto narrativo, sino que el nombre propio es elemento inicial hacia un estudio contemporáneo de la marca, el nombre propio se convierte en el primer indicio que da vida al producto ya no como un hecho meramente pragmático o lingüístico sino como un acto fenoménico, ya no inerte sino un cuerpo actante en devenir: “En este sentido, deberíamos analizar el mundo que nos rodea desde la perspectiva de la humanización de los objetos de consumo” (LOPEZ VÁZQUEZ 2007: 39) La pregunta que sigue es aún más compleja ¿Cómo el producto llegó a ser cuerpo? y, más profundo aún, ¿Por qué hablamos de un cuerpo? En principio porque la marca resulta de las relaciones de una imagen (plano del contenido) y una identidad  (plano de la expresión) cuyo vinculo sería incomprensible sin una dimensión sensible encarnada en el cuerpo, en este caso el cuerpo (mental) del consumidor.   Ahora bien, ésta identidad que el consumidor (y su cuerpo sensible) percibe es en realidad una construcción, es un lugar de comunicación estratégicamente planteado (pluricódico, sincrético) es otro cuerpo con el que el consumidor se relaciona (el principio de la fenomenología intersubjetiva, un cuerpo se reconoce como cuerpo y además reconoce al otro empáticamente como cuerpo, reconozco sus vivencias más no las comparto: me relaciono primero con la marca a un nivel instintivo y luego a un nivel cultural, es decir a una relación Yo/Tu, formo comunidad con la marca).

Lo cierto es que todo lo que conocemos teóricamente acerca de la marca es sobre su envoltura, sobre las cualidades de su piel; todo lo que ésta inscribe y contiene no ha resuelto aún la pregunta de Spinoza “¿A nadie ha enseñado la experiencia, hasta ahora, qué es lo que puede hacer el cuerpo en virtud de las solas leyes de su naturaleza?” Reformulemos la pregunta ¿qué es lo que puede la marca en virtud de su propia “naturaleza”? ¿Cómo puede construir una carne la propia marca? Las respuestas se las dejamos a la semiótica.  


[1] Optamos por el término “evolución” respecto a la propuesta de Kotler: “La evolución de la diferenciación de los productos por el precio hacia otros satisfactores [la marca] (…)” (KOTLER 1992: 102)

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La dimensión económica y simbólica de la publicidad.

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Dos dimensiones principales determinan el discurso publicitario, la dimensión comercial y la dimensión simbólica[1]. Una dimensión comercial no es más que una finalidad pragmática y económica que sostiene el sistema publicitario, es decir, dirigir la retórica para concretar una venta. Si bien la discusión de los fines publicitarios relativos a objetivos comerciales permanece[2], su crítica se refiere a la retórica de la venta y no a la venta en tanto objetivo primero[3]. Si la publicidad manipula, informa, educa o vende, estas funciones son retóricas y no comerciales, es decir, se encuentran sujetas en una estética de la venta y no a la venta propiamente dicha. Cuando David Ogilvy, a los 37 años de edad, fundó en 1948 la agencia Ovilgy, lo hizo bajo un apotegma que se formula como una constante que determina incluso la propia definición del sistema en cuestión: “Solo creo en un tipo de publicidad, la que vende” (PARMAR & WAITES 2004: 60) La publicidad, como la define Ogilvy, se sostiene ante todo como una forma de comunicación que permite, ya educando, informado, persuadiendo o manipulando, sostener un objetivo comercial básico: la venta de un sistema de objetos/servicios a un consumidor. La venta es ese primer objetivo comercial que define y determina las estrategias de comunicación publicitaria, sujetando incluso la propia definición de esta práctica[4]; “Y ahí va mi segunda confesión, sin falsas modestias. Creo haber sido un buen vendedor. Vender es un arte, un arte de hombres y no de genios.” (BASSAT 1994: 20).

Los objetivos comerciales que sostenga una empresa en particular determinan las estrategias de marketing que a su vez determinan la aplicación y comunicación publicitaria. La venta se convierte en el objetivo primero cuya retorica publicitaria trata de disimular; “Quienes se han interesado en el fenómeno publicitario se han preocupado por evidenciar la función que cumple la publicidad en el ámbito económico como pieza de engranaje entre la producción de los bienes y su consumo, a través de estrategias comunicativas de seducción y/o persuasión de las audiencias” (KOGAN 2001: 397). Partiendo de esta primera idea, es menester reconocer otra, la publicidad no solo cumple una función económica y comercial, sino también que su plano de manifestación es íntegramente un campo simbólico, es decir la publicidad se presenta como un sistema de representaciones de experiencias de consumo: “(…) la publicidad es un terreno que desafía y seduce al ingenio humano, obligándolo a encontrar la alquimia exacta entre sensibilidad, humor, imaginación e inteligencia. Mientras más exacta es esa alquimia, más certera es la capacidad persuasiva de la publicidad y, por lo tanto, más contundente es su eficacia simbólica”[5] (PARMAR y WAITES 2004: 9).  Raúl Bendezú, comunicólogo y semiotista peruano, acentúa esta dimensión simbólica del discurso publicitario: “(…) se trata de evaluar una dimensión construida en la cual se observa el discurso publicitario como entidad simbólica” (BENDEZU 1999: 286) representación simbólica que se traduce como una actividad semiótica.  La publicidad no se manifiesta solo como una teoría o un método comercial para hacer-consumir (Poder-hacer) al sujeto-consumidor de un sistema de signos u objetos comerciales determinados sino que se presenta como un lugar simbólico[6] (hacer-saber y hacer-creer) producido por el discurso publicitario, es decir, como conjuntos y prácticas significantes que integran una relación entre el consumidor (enunciador) y el productor (enunciatario).

“Aquí es donde vamos a establecer un principio de observación: desde el lenguaje, más exactamente, desde la forma concreta como se actualiza ésta: el discurso. En el discurso se sitúan las informaciones, conceptos y valores formando el conjunto definido como representación simbólica, más exactamente, semiótica, puesto que allí es donde van estructurándose las unidades expresivas (soportes significantes) articuladas entre sí isomórficamente con unidades conceptuales (universos semánticos, de significado), las cuales a través del análisis son discriminadas estructuralmente, es decir, a través del develamiento de las relaciones que establecen entre sí dichas unidades.”  (BENDEZU 1999: 283)

Esto hace a la función simbólica una pertinencia semiótica; es el publicista un profesional de significación que vive en una agencia que realiza continuamente actos lingüísticos, cuyos creativos y redactores son textistas, cuyos planners estudian las diferentes formas de vida[7] (insights) de consumo y cuya producción de mensajes se basa en la codificación de lenguajes fabricados que supone a un receptor altamente polisémico: “En consecuencia ya desde este momento, cabe establecer la hipótesis de que las agencias publicitarias, además de emitir sus mensajes comerciales, realizan sobre todo “actos lingüísticos” en el sentido de “hacer cosas con palabras”, incluso hasta en el sentido irónico de “hacer dinero” con el lenguaje” (SANCHEZ CORRAL 1997: 17)  Por tal motivo, ¿Cómo no hablar de semiótica en el hacer publicitario? ¿Cómo no hablar de un proyecto científico que sea capaz de estudiar los procesos de significación en la publicidad?[8]

SEMIOTICA PUBLICITARIA

Definida en primera instancia como la disciplina que estudia la vida de los signos en el seno de la vida social (Saussure) la semiótica en el rigor de la precisión, parece ocuparse de propósitos más complejos y enriquecedores. No se abordará por tanto al signo sino a las acciones de los signos, es decir, la semiosis[9], el objeto de la indagación semiótica.[10] De aquí esta precisión en la definición de la semiótica como una disciplina o método que permite el conocimiento de la significación y de sus procesos “la semiótica es el conocimiento de la semiosis” (QUEZADA 2002: 16). Asimismo, el quehacer de los signos o la dinámica de la semiosis permiten estudiar también la interpretación como categoría dentro del proceso semiótico (Peirce): “El aspecto semiótico tiene que ver con la idea de que esos procesos se pueden ver como signos, esto es, como correlaciones entre tres elementos que dan lugar a la interpretación” (NIÑO 2008: 19). Se presentan pues dentro de la actividad semiótica una interpretación y una dinámica misma de eso que se interpreta, dejamos de preguntar por el signo para cuestionar su dinámica[11]. Precisamente es esta dinámica (o acción) la que permanece en la publicidad como discurso no solo en la fabricación de mensajes o en su relación simbólica con el consumidor sino en la misma interacción discursiva con otros discursos con los que se entrecruza ya sean coyunturales o con los procesos discursivos que germinan en una sociedad de consumo particular.

BIBLIOGRAFÍA:

PARMAR & WAITES (2004) Publicidad inglesa: seminario internacional. Lima: Universidad de Lima.
BASSAT, Luis (1994) El libro rojo de la publicidad: ideas que mueven montañas. Barcelona: Folio.
KOGAN, Liuba (2001) En torno al sexismo en la publicidad televisiva (en) López Maguiña, Santiago, Portocarrero, Gonzalo, ed. Estudios culturales : discursos, poderes, pulsiones. Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú.
BENDEZÚ, Raúl (1999) El diagnóstico semiótico en la planificación estratégica de comunicaciones de marketing. (en) Quezada, Oscar (ed.) Fronteras de la semiótica: Homenaje a Desiderio Blanco. Lima: Universidad de Lima/Fondo de cultura económica.
SANCHEZ CORRAL, Luis (1997) Semiótica de la Publicidad: Narración y discurso. España: Síntesis.
QUEZADA, Oscar (2002) El concepto-signo natural en Ockham. Lima: UMNSM
NIÑO, Douglas (2008) El signo peirceano y su impacto en la semiótica contemporánea (en): “Ensayos semióticos”. Bogotá: Fundación Universidad De Bogotá Jorge Tadeo Lozano, (p.17 – 100)


[1] “La publicidad es economía y comunicación a la vez (…)” (BENDEZÚ 1999: 285)

[2] “En la nueva agencia el objetivo de la publicidad no es vender ni crear imagen de marca. El objetivo de la publicidad es entretener al consumidor de espacio publicitario.” (BUZZI 2009: 82)

[3] La definición tradicional de la publicidad incluye estas dos dimensiones: “La publicidad es un proceso de comunicación de carácter impersonal y controlado, que a través de medios masivos, pretende dar a conocer un producto, servicio, idea o institución, con objeto de informar y/o influir en su compra o aceptación” (GARCÍA-UCEDA 2008: 29). Las cursivas son nuestras.

[4] No es casualidad que la primera agencia de Luis Bassat, uno de los primeros publicistas que publicaron  y teorizaron sobre la actividad publicitaria, se llame Venditor –verbo de “vender” en latín-

[5] Palabras de presentación del profesor Oscar Quezada (ULima) para el seminario Publicidad inglesa.

[6] “Las necesidades simbólicas tienen siempre un espacio donde habitar” (LOPEZ VÁZQUEZ 2007: 39)

[7] “(…) que subsumen las estrategias y que extraen las constantes de una identidad y de algunas «valencias» a partir de las cuales los usuarios califican y valoran los lugares, los itinerarios y sus zonas críticas.” (FONTANILLE 2008b: 51)

[8] “[La publicidad] Una alquimia inequívoca que ya no pertenece a las ciencias ocultas. Y en el que la semiótica tiene mucha cuchara que meter.” (LÓPEZ 2002)

[9] “El relativo olvido de la semiosis como práctica en las humanidades se corresponde con el olvido, en muchas investigaciones de la comunicación sociocientífica, de los medios de comunicación de masas como fuentes de significados. En otro polémico resumen, los sociocientíficos han estado demasiado ocupados preguntando quién, dice que, en qué canal, a quién y con qué efecto, para afrontar la pregunta más importante: ¿cómo la comunicación y sus efectos se transmiten en el discurso?” JENSEN 1997: 17-18)

[10] QUEZADA 2002: 15

[11] Ya Hjelmslev advierte que no debería hablarse de signo sino de funciones sígnicas que se realizan cuando dos funtivos (expresión y contenido) entran en mutua correlación. (HJELMSLEV 1984)

[12] La semántica es el signo-referente, considera las relaciones entre el signo y el objeto significado sin considerar al usuario. La sintáctica considera la relación signo-signos, y comprende las relaciones formales de los signos en cadena, sin tomar en cuenta al usuario. Por último, la pragmática en su relación signos-usuarios, estudia los signos en relación con los hablantes-oyentes, o sea, en los actos del habla, en el discurso.

[13] NIÑO 2008: 17-20

[14] FONTANILLE 2006: 21

[15] Es decir, cambios de pertinencia según el objeto de estudio lo amerite.

[16] “El primer paso supone un análisis semiótico del discurso emitido y de la interacción discursiva con otros discursos con los que se referencializa o con los que se entrecruza; por ejemplo, puede darse el caso de la referencia a una situación coyuntural del momento o a alguna imagen registrada históricamente, incluso se pueden realizar cruces con otros discursos mediáticos sin olvidar el entretejido con los discursos sociales que caracterizan a una comunidad.” (BENDEZU 1999: 286)

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Semiótica del color en el diseño gráfico: rojo y amarillo

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«Mientras el tono está relacionado con aspectos de nuestra supervivencia y es, en consecuencia, esencial para el organismo humano, el color tiene una afinidad más intensa con las emociones» (DONDIS 2010: 64) Como afirma Dondis, los colores están cargados de información y sentidos además de ser uno de los fenómenos más distinguibles y penetrantes en nuestra interacción cotidiana. Los colores pertenecen al nivel plástico del signo visual, no emanan significados universales sino que su interpretación y efectos de sentido dependen mucho del «desplazamiento del cuerpo» es decir, de nuestra mirada (captación) del color en un contexto especifico: «Nada queda congelado, nada es fijo. La semiosis es siempre fluente» (BLANCO 2009: 36). Husserl en la V investigación lógica refiere a este mismo concepto: «La existencia del contenido sentido es, pues, cosa enteramente distinta de la existencia del objeto percibido, que está presentado por el contenido pero que no es autenticamente consciente.» (HUSSERL – § 14). Podemos sentir el mismo color pero es la percepción que tenemos de él la que cambia. Lo mismo sucede a nivel cultural, no siempre el color significará lo mismo. El sentido es culturalmente fluente.

El color rojo, por ejemplo, no siempre significará /peligro/, otras veces puede articular una variedad de combinaciones posibles como /madurez/, /emoción/, /pare/ (con la circulación de automóviles), etc. «(…) a cada nueva aproximación un nuevo «isomorfismo» es definido. De tal forma que los grados cromáticos no son los mismos según que el color exprese la madurez o la emoción; inversamente, los grados de la emoción no son los mismos si son expresados por el color o por la gestualidad.» (FONTANILLE 2006: 36). De esta manera, tanto la intensidad como la exposición del color crean no solo interpretaciones, sentidos y significados sino también valores. Por tanto, no es lo mismo hablar del color rojo y amarillo, por ejemplo, desde los valores simbólico-culturales que desde la pertinencia de una axiología de consumo donde su articulación es distinta.

El color rojo y amarillo tienen numerosos significados y simbolismos, sin embargo, bajo  los valores de consumo, las propiedades de estos colores se convierten en información pertinente que suma a la marca. Centrémonos en estos colores, rojo y amarillo. El amarillo está vinculado al brillo del sol y por lo tanto a sentidos como: energía, vitalidad, fuerza, calidez o calor. Además, el amarillo se homologa con el sentido del ámbar en un semáforo, un punto de paso, un color que manifiesta el dinamismo y punto de paso que desemboca en el color rojo. El rojo, si bien uno de los más polisémicos (múltiples significados) está vinculado a la pasión, la vida, y el fuego (interesante observar cómo se usa el rojo asociado al “fuego” de la cocina y la comida en el caso de los fast foods). Un color que vibra, que crea ansias y se convierte en «vivencia». Tanto rojo como amarillo están marcados por una “fugacidad” (movimiento, fuego, energía). Ahora bien, si la publicidad es comunicación y economía ¿cómo interpretamos estas representaciones de acuerdo a los objetivos de consumo que dirigen el mensaje? Ambos colores mantienen una intensidad fuerte y se vinculan con el consumo en la medida en que generan un Call to action (1), crean la urgencia de consumo, especialmente en los compradores en punto de venta que son potencialmente compradores compulsivos. Generalmente, (porque ya vimos que la semiosis es fluente),  la dupla amarillo-rojo es utilizada en la función pragmática de los productos masivos.

Pero surge un valor de consumo más que parte de una propiedad de la dupla en cuestión y que se introduce con una pregunta elemental ¿Podemos retener mucho tiempo la mirada sobre ellos? Si mantenemos los ojos fijos sobre un fondo rojo o amarillo la propiedad intensa de estos colores hace que nuestra vista esquive y/o evite después de un tiempo prolongado (extensión) esta proyección de los colores (intensidad). Kandinsky propone una metáfora al respecto: «El estridente amarillo limón duele a la vista como el tono alto de una trompeta al oído» (KANDINSKY 1989: 42) Surge entonces el /rechazo/ como una propiedad de los colores intensos:

rojo-y-amarillo-sic¿pero cómo podemos interpretar este rechazo en la información del color? Aplicados a la identidad visual, el rojo y el amarillo crean la urgencia, el optimismo y la atención del target así como su permanencia fugaz. Su característica intensa no permite mantener por mucho tiempo la mirada sobre dichos colores, lo cual posibilita a las marcas crear la acción inmediata (call to action) y mantener siempre un flujo de consumidores dinámico. Lo que busca una marca fast food, por ejemplo, como Kentucky fried chicken, McDonald’s, Bembos, o cadenas de supermercados como Plaza Vea, Metro, etc. es generar la rotación del consumidor en un espacio comercial puntual, este es su propósito comercial. Generar la rotación del consumidor en el punto de venta es la expresión comercial correcta para la propiedad del color rojo y amarillo aplicados a marcas como cadenas de comida rápida o malls, supermercados, golosinas, etc. ; crear la fugacidad comercial.  

 BIBLIOGRAFÍA:

BLANCO, Desiderio (2009) Vigencia de la semiótica y otros ensayos. Lima: Universidad de Lima.

DONDIS D.A. (2010) La sintaxis de la imagen: introducción al alfabeto visual. Barcelona: GG Diseño.

FONTANILLE, Jacques (2006) Semiótica del discurso. Lima: Universidad de Lima.

KANDINSKY, Wassily (1989) De lo espiritual en el arte. México D.F.: Premia

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(1) Entendiendo Call to action no solo desde las herramientas en el e-comerce sino situándolo como una técnica general de la publicidad cuyo objetivo es generar o crear la acción, la llamada por un interés puntual del consumidor.

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Mapping Semiótico: un sistema de valores de consumo

SEMPRINI

Habíamos introducido en el post anterior el cuadrado semiótico de las axiologías de consumo. Partiendo de la definición de dos valores narrativos, a saber, los valores de base (propios de los atributos del producto) y los valores de uso (propio de las representaciones del consumidor) es que Floch formula 4 valores de consumo: valoración práctica, valoración utópica, valoración crítica y valoración lúdica. Cada cuadrante posibilita una serie de recorridos que se presentan en la marca y que permiten identificarla de acuerdo a sus objetivos comerciales y de consumo. Recordemos un poco:

Ahora bien, es partiendo de este esquema de valores de consumo que Andrea Semprini retoma y desarrolla las categorías siguiendo en el plano de la semiótica narrativa y articulando un mapping semiótico determinado por 4 posiciones que se relacionan entre sí en respectivos cuadrantes (oeste, este, norte y sur). Ahora, ¿Por qué un mapping y no un cuadrado? Porque “un plano bidimensional, representa una continuidad espacial en la que cada elemento ostenta una posición en relación con la posición de otros elementos presentes en el mapping” (SEMPRINI 1992:108), claro, además de ser una estructura visualmente familiar para los sumergidos en el marketing.

semprini mappin semiotico

Cada cuadrante tiene respectivas descripciones que anudan distintos tipos de articulación axiológica. Por un lado, en el cuadrante noroeste convergen tanto la valoración utópica como la crítica y es llamada Misión ya que tienen características proyectivas y trascendentes de la marca (seriedad, cultura, análisis profundo del discurso, coraje, cuestionamiento, estabilidad, trascendencia). El cuadrante noreste convergen la valoración utópica y lúdica y es llamada “Proyecto” por las “connotaciones de individualismo y voluntariedad” (SEMPRINI 1992: 125), este cuadrante alberga valores de innovación, capacidad creativa, originalidad del discurso, estereotipo, renovación, nuevas relaciones y responsabilidad. El cuadrante sureste alberga la convergencia entre la valoración lúdica y la valoración práctica, es llamada “Euforia” porque representa la búsqueda constante en el terreno emocional, es psicológico y positivista (confianza, intensidad de las emociones, autenticidad, lenguaje accesible, diversión).   Finalmente, se encuentra el cuadrante suroeste, en el convergen las valorizaciones práctica y crítica, es llamado como “Información” ya que resaltan la racionalidad y la praxis operativa de la marca (útil, esencial, sobrio, básico, ventajoso, económico, adecuado, necesario, funcional, técnico).

Misión: El cuadrante de la misión o cuadrante noroeste: localizado entre la valorización crítica y la utópica. Se le nombró como “misión” por su carácter de proyecto y su voluntad de trascendencia. Esta misión se manifiesta a través de la preocupación por lograr mejorar algo en la vida de las personas. En algunos casos, esta preocupación se vuelve tan importante y de tanta relevancia que se convierte en el único elemento a tener en cuenta dentro del cuadrante. Aquí un ejemplo, vemos como el personaje principal le da razones críticas (cuestionamientos) para lograr objetivos (utópico). Los objetivos siempre serán culturales, tradicionales, manifestados de forma simbólica, etc.

Proyecto: El cuadrante del proyecto o cuadrante noreste: localizado entre la valorización utópica y la lúdica. Se le denominó de “proyecto” por las connotaciones de voluntariedad e individualismo. A diferencia de la misión, que se basa en el deber y en la colectividad, el proyecto es voluntario, hiperindividualista y hedonista. Este cuadrante tiene como características lo desconocido, emocionante y sorprendente. Un punto importante del cuadrante del proyecto es su “valorización de lo abstracto y de los fenómenos conscientes”, es la única marca que no habla de lo práctico y lo crítico, por tanto podríamos considerarla como una marca del hiperconsumo o la hiperpublicidad (fase3). Es decir, que lo que se busca no pertenece a una realidad material sino a una realidad mental individual sin fines, sin objetivos (lo utópico no es más que un objetivo siempre esquivo y escurridizo (el consumidor siempre quiere más). Aquí un ejemplo.

Euforia. El cuadrante de la euforia o cuadrante sureste, localizado entre la valorización lúdica y la práctica. La característica principal de este cuadrante es la valorización de la subjetividad y de los componentes emocionales y psicológicos. Esta euforia señala la constante búsqueda de lo positivo en el terreno emocional. Dentro de este cuadrante encontramos tres tipos de valorización emocional:

  • La lógica de sorpresa: Lo lúdico como ornamento (Practico > Lúdico): cuando el producto o marca brindan un discurso donde lo lúdico no es más que un ornamento, un adorno de lo práctico. Aquí un ejemplo , aquí otro.
  • La lógica tradicional (Práctico = Lúdico): Cuando el producto o marca entretienen y divierten utilizando hechos comunes, situaciones reconocidas, personajes estereotipos, eventos calculables. Apela a una cultura, a un sistema de relaciones sociales, gags cotidianos, etc. La euforia se encuentra atravesada por la lógica de consumo masiva y estandarizada. Aquí un ejemplo , aquí otro ejemplo
  • La lógica del exceso o ruptura (Lúdico > Práctico): Lo lúdico tiene mayor presencia que lo práctico. Se desarrollan escenas intimas, emocionales, divertidas y alejadas de una pretensión funcional, que giran mayormente por un lado psicológico intenso.  Aquí un ejemplo.

Información: El cuadrante de la información o cuadrante suroeste: localizado entre la valorización práctica y la valorización crítica. Este cuadrante presenta gran homogeneidad y objetividad. Asimismo, en este punto resultan importantes la racionalidad y la praxis operativa. El producto tiene toda la atención, así como sus cualidades intrínsecas y observables. El papel del producto dentro de este cuadrante se ve perfilado por dos corrientes lógicas:

  • La lógica de lo esencial: la valorización de lo básico y necesario.
  • La lógica de lo ventajoso: completamente racional. Utiliza el cálculo y el análisis para medir el valor de un producto.

Es importante mencionar que el cuadrante no tiene como función articular actitudes o comportamientos de los consumidores, simplemente articula y precisa sobre los valores de consumo. “El mapping nos permite analizar situaciones muy diferentes en el terreno del marketing: desde la evolución de una marca a lo largo del tiempo o el posicionamiento de unas marcas en un segmento del mercado hasta la plasmación de un problema de marketing que supere las barreras de un segmento y de un producto”. (SEMPRINI 1992: 109)

Propongamos un ejemplo concreto. La marca Progresol, empresa de ferreterías a nivel nacional, mantenía como comodity en su comunicación publicitaria al cemento, es decir, se encontraba dentro del cuadrante suroeste, la marca información. Daba continuamente valores como los atributos esenciales del cemento, era sobrio y clásico, proponía relaciones precio-calidad, funcional y técnico. Hoy en día, la comunicación de esta marca se aleja de esta marca información para construir el valor /progreso/ como un diferencial (equity) que la ubica y construye como un valor de marca misión,  es decir, busca que su consumidor vea en la marca una proyección y trascendencia para sí.

progresol semiotica

Ahora bien, las marcas pueden progresar, desarrollarse y desenvolverse, para ello remarcan fusiones y combinaciones de estas marcas que originarían nuevos tipos de valores y concepto. ¿Qué valor crearía usted?

BIBLIOGRAFÍA:

SEMPRINI, Andrea (1992) El marketing de la marca: Una aproximación semiótica. México D.F. Paidós.

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Axiología del consumo

jean marie floch

La marca: principios generales

De seguro una de las preguntas más complejas en la estrategia de comunicación de marketing es la siguiente: ¿cómo crear el valor de una marca? Luis Bassat propone una evidencia valiosa: “El mayor activo es, pura y simplemente, el valor de sus marcas”. El valor de marca resulta muy importante para la comunicación corporativa ya que definirá las asociaciones distintas con el consumidor. Por tanto, es necesario pensar a la marca no como un ayudante o una simple herramienta que sirve para crear un valor que se vincule finalmente con ese consumidor, sino que se debe tener conciencia que la marca es un lugar y fuente en la que se transfieren objetivos, conceptos, identidades y sobre todo valores. Se sabe que el valor de la marca se crea partiendo de una comparación respecto a la competencia construyendo asociaciones perceptivas respetando el desempeño (producto / servicio) y la afinidad (autoridad, identificación, aprobación, etc.) anudadas al consumidor así como el espacio y tiempo en el mercado de consumo. Esto hace que las marcas compartan cualidades con los competidores, pero que posean finalmente variaciones individuales únicas .

La marca, por tanto, es una creación simbólica sobre los objetivos comerciales y en la que (como lugar de comunicación) se alberga todo un sistema de valores y sentidos determinados. Es necesario reconocer y reafirmar nuestro punto de vista sobre el sistema y uso de valores en la marca, no es propósito homologarlos a una instancia psicológica (valores culturales y valores motivacionales) sino partir el problema axiológico desde un punto de vista semiótico; los valores atravesados por el sentido y en la base de la definición de la significación.

 

Semiótica del valor de marca:

La semiótica es una herramienta metodológica y disciplina que nos permite un acercamiento a las diferentes producciones de sentido y significación que se producen en fenómenos concretos, en este caso, la semiótica nos permitirá acercarnos de otra manera al problema del valor de marca. Pero, para hacerlo, evaluemos detenidamente qué nos dice la semiótica respecto al “valor”. En semiótica narrativa, los valores nacen desde la oposición de dos elementos semánticos instalándose en un objeto que puede ser aceptado (eufóricos) como rechazados (disfóricos) por un sujeto. Sabemos que hay oposiciones culturales como /vida/ – /muerte/ o /nuevo/ – /antiguo/ que van definiendo el sentido en la sociedad, en muchos casos, estas oposiciones generan valores que se instalan en un objeto determinado que puede ser aceptado y rechazado.

La teoría narrativa realiza una vinculación importante entre el valor y el objeto, Greimas ejemplifica esta relación: “Cuando alguien, por ejemplo, en nuestra sociedad actual, se presenta como adquisidor de un automóvil, quizá no es tanto el coche como objeto lo que desea adquirir, sino, en primer lugar, un medio de desplazamiento rápido, sustituto moderno de la alfombra voladora de otros tiempos; lo que compra a menudo es también un poco de prestigio social o un sentimiento de potencia más íntimo. El objeto deseado no es entonces más que un pretexto, un lugar de vertimiento de los valores, algo ajeno que mediatiza la relación del sujeto consigo mismo.” (GREIMAS 1983: 25).

carro greimas yalan semiotica

Partiendo de esta narratividad de los valores es que Jean-Marie Floch propone una axiología del consumo (FLOCH 1993: 144) reconociendo dos tipos de valores iniciales para formular su propuesta: los valores de uso y los valores de base. La propuesta de Floch será la que tenga mayor impacto en los estudios de marketing y publicidad respecto a las diferentes estrategias de la marca. Siguiendo con el ejemplo del automóvil propuesto por Greimas, los valores de uso se formulan “cuando se exalta y se ilustra, de un modo u otro, la manejabilidad, la sobriedad, la habitabilidad o la fiabilidad del coche, este se valoriza en cuanto modo de transporte (…)” (FLOCH 1993: 145) mientras que los valores de base se formulan “cuando el coche representa la propia identidad de su conductor o de su conductora, su status social, su virilidad o su feminidad, o cuando es la figura de la vida o de la belleza” (FLOCH 1993: 145). El binomio /utilización/ – /goce/ se encuentra representado en los valores de uso y valores de base, respectivamente. De este modo, Foch arma un cuadrado semiótico de axiología de consumo, y lo compone de cuatro categorías semánticas que acompañan a los valores de uso y base: (i) La valorización práctica (valores de uso o utilitarios) (ii) La valorización utópica (valores de base o existenciales) (iii) La valorización lúdica (las “pequeñas locuras”, los valores de lujo) (iv) La valorización crítica (relaciones de calidad-precio). El siguiente, es el esquema propuesto por Floch:

 axiologia de consumo floch

(i) La valoración práctica: Qué corresponde a los valores de uso concebidos como contrarios de los valores de base (también se puede hablar de valores «utilitarios», que son la manejabilidad, el confort, la robustez, duración, espacialidad,…). Son los valores de uso, el valor del objeto que se representa según su función y uso en la sociedad de consumo. El valor de uso del teléfono celular, por ejemplo, es la comunicación.  La publicidad de pinturas es un buen ejemplo.

(ii) La valoración utópica, que corresponde a los valores de base concebidos, una vez más, como contrarios de los valores de uso (también se podría hablar de valores «existenciales», que son la identidad, la vida, la aventura, la amistad, la alegría…). Floch indica que no debemos entender este valor como (solo) ilusorio sino como un objetivo final del consumo. Rimac seguros es un buen ejemplo

(iii) La valoración lúdica; que corresponde a la negación de los valores «utilitarios» (la valoración lúdica y la valoración práctica son, por tanto, contradictorias entre ellas; los valores lúdicos son el lujo, la gratuidad, el refinamiento, la «pequeña locura»…). Busca analizar las emociones que causa el producto, considerándose que este debe ser  fuente de placeres y permitir una visión alegre y despreocupada del mundo. Es un valor lejano al producto.  La marca puede tener un complicidad con su público pero esta se puede romper con facilidad. Marcas locas, divertidas  Martini es un buen ejemplo

(iv) La valoración crítica; que corresponde a la negación de los valores «existenciales» que se les pueden atribuir al coche (la valoración crítica y la existencial son contradictorias, las relaciones calidad/precio o innovación/coste son valores críticos). Es relativo a una “lógica de examen”, de la distanciación y del cálculo económico o técnico. Se define por su cuestionamiento y alejamiento voluntario, comparando, evaluando y juzgando las marcas.  El objeto es constantemente examinado según principios externos.   Se les da un sentido según la identidad que asuma el producto o el significado que tenga. Es relativo a una «lógica de examen», de la distanciación y del cálculo económico o técnico. Metro y sus ofertas son buen ejemplo

Para ejemplificar este cuadrado, Floch comienza el análisis de una publicidad «de culto» que a continuación veremos:

En todo momento se devela la presencia de un coche /seguro/, /rápido/ y /confortable/ en el relato, la marca por tanto va construyendo un coche utilitario; la marca mantiene una coherencia de valoración práctica. En un segundo momento, se produce un recorrido dentro del cuadrado semiótico del relato cuando el carro se zambulle construyendo a la marca como una «locura» momentánea;  una valoración lúdica. Finalmente, el propósito de plenitud comercial, la marca vuelve una utopía, una valoración utópica. 

floch citroën

Floch insiste en algo que debemos resaltar. Para construir una valoración dentro del cuadrado semiótico cuenta mucho la sintaxis del relato, es decir, cuenta mucho cómo contamos el relato como publicistas, qué tipo de planos, qué tipo de actores, qué tipo uso cromático es el más coherente respecto a cada posición, etc. El cuadrado muestra cómo se alimentan las diferentes posiciones axiológicas de consumo. Propongamos otro breve ejemplo respecto al Banco de Crédito del Perú (BCP). El banco BCP, como marca que simboliza una serie de servicios, se encuentra alimentando el cuadrado desde la posición de una valoración crítica; las bajas tasas de interés, los costes-beneficios, las distancias entre calidad-precio, elementos que suponen una marca que se construye partiendo de valores no existenciales que resultan de una mayor cognición para el consumidor. Los valores de consumo son un recorrido, no solo una posición fija sino una construcción dinámica de las marcas.

 BIBLIOGRAFÍA:

GREIMAS, Algirdas Julien  (1983) Del sentido II. Ensayos semióticos. (Versión española de Esther Diamante). Madrid: Gredos.

FLOCH, Jean Marie. (1993) Semiótica, marketing y comunicación: bajo los signos, las estrategias. Barcelona: Paidos, 1993

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